En la gruta de Cervantes
- 11 de junio de 2019
Martes por la tarde, la Biblioteca Nacional de Hamma se desplazó hacia la gruta donde Miguel de Cervantes se refugió en tiempos remotos. El lugar está en frente del Jardín de Pruebas –Jardin d’Essai-, un cuadrado de brozas sin edad, adyacente al edificio, a la vez reciente y austero, que alberga la Biblioteca Nacional de Argelia. Y, más allá, el mar espumoso por el cual llegó, encadenado, el padre de Don Quijote en el año de gracia: 1575. El escritor español fue capturado en el mar mientras se dirigía hacia su país, y fue encarcelado por piratas argelinos. Fue liberado tras cinco años de cautiverio, y cuatro vanos intentos de evasión, gracias a un rescate (quinientos escudos de oro) procurado por su familia. Durante uno de sus intentos de fuga, vivió durante varios meses en esta gruta, que un cómplice cavó para él, antes de que se le denunciara y pusiera nuevamente en cautividad. Es en este pasado desencantado del artista que se produjo la irrupción institucional, después de tantos años de olvido premeditado. En el pequeño patio que rodea la cavidad, la Biblioteca Nacional — que proyecta traducir y editar una antología de poesía y una obra teatral del novelista — organizó una tarde poética. Una tarde en la que faltaron sabor y color, en la que se pudo escuchar producciones declamatorias emanando de todas las direcciones, desde pastiches de Mahmoud Darwich alcanzando la prosa patriótica a la gloria de Argelia. Figuraba en el programa también una actuación teatral realizada por jóvenes estudiantes del Inad. Se recuerda que el primer homenaje rendido a Miguel de Cervantes en este sitio tuvo lugar en 1887, fecha en la cual se le puso una placa de conmemoración. El último homenaje tuvo lugar en 1926 cuando en el lugar fue acondicionada una plazoleta y fue edificada una pirámide en la cual se reproducían armas de España.